Réquiem Segundo
Hay días en que me dejo morir. Días en que más de algo conspira e intenta quitarme el aire. Lo peor es cuando no le pongo el dedo a la boquilla. El aire se me escapa, se me escapa de a poquito, me desinflo y me quedo tirada, lacia como trapo. Hay días en que el estrangulamiento diario duele, duele más de lo habitual, y en que el hambre amenaza con romper las tripas. Cualquier día, así como voy, esa hambre me las revienta, me las perfora con una úlcera irremediable o me las corta de lo torcidas que ya están. Me ahogo, y me retuerzo un poco de todos lados, cada día. Pero hay días en que el mundo no contribuye, y me dejo morir.