Cómplices anónimos

Llegué y fui pisando rápido, con la misma frecuencia que llegaba a mi mente una sensación de cálida blandura. No me atrevía a mirar al frente. Pero cuando llegué al final lo vi observándome de lejos. Era como un secreto, como la vivencia de un placer culpable... Y al pasar al lado mío, el esbozo de su sonrisa hizo innegable en su mirada la complicidad. No lo conozco, pero estoy segura: él sabía todo.