Tengo conmigo pájaros y guitarras que nunca viste para que te canten y te digan lo que nunca dije. Pon tus oídos atentos y escucharás olas, unas tras otras resonando para contar cuentos jamás contados. Mis anécdotas serán escritas por los caracoles en las piedras, entre las hierbas brillará al sol cada una de mis palabras calladas. Mira los perros que corren por las calles y los parques. Ese es el jolgorio que se apodera de mí cuando puedo hablarte. Los violines en la noche han leído las partituras de mis penas y ahora están tocando sus historias amargas. Como caen las gotas de agua han pasado uno a uno mis días, y como cae con estruendo la lluvia han sido mis momentos impetuosos. Cada día que mi voz no ha cantado porque fue callada, hoy se recompone con la fuerza de mi sangre. Nunca más una lágrima vuelva a ahogarla. El día que mi cuerpo no responda, mi voz no hable y mis manos no escriban, sólo mi sonrisa y mis ojos podrán mostrarte lo que siento, y cuando mis ojos ni mi sonrisa lo d...
"¿Qué demonios hago con las ganas de tocar guitarra a las dos de la mañana?" - se preguntaba Manuel tendido en la cama, con la luz apagada y sin poder dormir. Siguió dándole vueltas mentalmente a los acordes de las últimas canciones que había aprendido. Ese rumiar conocimiento, masticarlo en el cerebro y lograr digerirlo, más que aprender , para él implicaba aprehender: "No hay como estudiar tanto algo, al punto de hacerlo tuyo"- pensaba. Luego se durmió. Cuando despertó, el único sueño que logró recordar de la noche recién pasada fue uno en que había un gentío aplaudiendo. Al centro de la pista, él bailaba con una mujer. No pudo traer la imagen de su cara, ni precisar su nombre. Lo más claro era la sensación aún viva de gozar tanto el baile, como nunca lo había hecho. Podía recordar los sones de una salsa de Tito Puente al tiempo que hacía girar con ligereza a su pareja tomada de la mano. Al terminar el giro, recibía su cuerpo en elástico movimiento, trabándola con...
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