El invierno diario

Caminó callada y con la capucha puesta, y no porque sintiera frío.

El volumen de la música por suerte impidió que escuchara la otra mitad del insulto que le lanzó ese tipo en la esquina de la avenida. En otra situación hubiera contestado, era algo que la caracterizaba, pero la sensación de derrota y la soledad tan clara eran motivos suficientes para callar.

La velocidad de los automóviles pasando tan cerca era como un insulto más, y gradual pero rápidamente le fue creciendo el vacío en el pecho.

Era como si algo, un ente invisible y odioso hubiera cavado con una pala de metal frío, que le hacía sentir el pecho abierto y helado, como si le faltara toda la piel y los músculos del tórax.

Esa herida dolía y cargaba en la garganta amenazante, pero trataba de animarse pensando en él.

Lo más cierto de todo es que no le cabía duda alguna de que en el mundo no existía otra cosa ni otro pecho capaz de cubrir su herida que no fuera el suyo.

...Ojalá pudiera saber que llegando a la casa podría descansar ahí, reposar "al sur de su corazón", en el lugar que tanto extrañaba.

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