Bendito Infierno

Un alma cuando vuela no necesita tragos, no necesita soles, no necesita nieve que congele el tiempo que corre para encontrar las palabras que llenan a su amado corazón y la forma de tocar el cuerpo que hace de la mente presa constante.
Con sentir amor basta.
Las instrucciones no caben en un mundo tan íntimo y tan infinito a la vez. Ese es el mundo en que lo imposible no existe, en que la felicidad es alcanzable en una fracción de segundo apenas su presencia se advierte.
Pensar es imposible e innecesario, se esfuman las individualidades y el Yo se vuelve instrumental...ya nada se construye a partir de un solo lado. Es como cavar un túnel desde dos frentes y al encuentro de uno con el otro se hace la luz...un logro comparable a ese...a pesar de lo frío que suena comparar al amor con una obra de ingeniería.
Sólo ahí se experimenta en la propia carne el paradigma de disolverse a nada y de estar más involucrado que con ninguna otra cosa. No sentirse uno mismo, no mirar más las propias manos, ni escuchar la propia voz, ni sentirse, sino sólo sentir, y sentir tan profundo y completo, más que en cada parte de sí, sentir algo que inunda el espacio total, más allá del borde del cuerpo, del alma, de las paredes y las rejas.
Quizás sólo tenga una dimensión comparable a la de una soledad consciente de que antes se llamó amor.
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