Un nuevo comienzo

Después de apagar la luz y una vez que ya se había quedado dormida, Eduardo siguió contemplando el bulto de Valentina debajo del cubrecamas.
La poca luz que alcanzaba a rebotar desde el comedor, entraba por la franja de la puerta que mantenía entreabierta e iluminaba el rostro de su pequeña.
Esa imagen le hacía imposible no recordar a quien fuera el amor de su vida.
A pesar de sus treinta escasos años, y de los numerosos romances con que contaba, cada noche se daba vueltas en su cama dudando seriamente que alguna vez llegara a amar a alguien como había ocurrido con Susana.
Al caminar de vuelta hacia al comedor, sintió un miedo tremendo. No podría haberlo explicado con palabras, pero sólo sabía que tenía que ver con una cosa: la vida le había devuelto a alguien a quien amaba demasiado y conocía muy poco.
La llegada de Valentina no había ocurrido de la forma más linda.
Había muchísimos recuerdos hermosos, pero cuando aún no se cumplía un mes de la muerte de Susana, parecían abundar los pensamientos tristes y no era raro el momento en que Eduardo se quedaba mirando a la nada con los ojos llorosos cuando creía escuchar los gritos suyos y de Susana enzarzados en una de las tantas discusiones que los habían llevado al final del que había sido el sueño más hermoso y él que más cerca estuvo de realizarse en sus vidas.

Comentarios

Sabes, me recuerda ese sueño recurrente que te conté hace muchos años

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