Reencuentro

"¿Qué demonios hago con las ganas de tocar guitarra a las dos de la mañana?" - se preguntaba Manuel tendido en la cama, con la luz apagada y sin poder dormir.
Siguió dándole vueltas mentalmente a los acordes de las últimas canciones que había aprendido. Ese rumiar conocimiento, masticarlo en el cerebro y lograr digerirlo, más que aprender, para él implicaba aprehender:
"No hay como estudiar tanto algo, al punto de hacerlo tuyo"- pensaba.
Luego se durmió.
Cuando despertó, el único sueño que logró recordar de la noche recién pasada fue uno en que había un gentío aplaudiendo. Al centro de la pista, él bailaba con una mujer. No pudo traer la imagen de su cara, ni precisar su nombre. Lo más claro era la sensación aún viva de gozar tanto el baile, como nunca lo había hecho.
Podía recordar los sones de una salsa de Tito Puente al tiempo que hacía girar con ligereza a su pareja tomada de la mano. Al terminar el giro, recibía su cuerpo en elástico movimiento, trabándola con la otra mano por la cintura.
Al mirar su derecha casi podía ver el grácil cuerpo envuelto en un vestido rojo, y todavía al mediodía le duraba la sensación del roce de la seda.
Ya sumido en el avance del mural para el hospital nuevo, las sensaciones y los recuerdos del sueño casi se disipaban, cuando escuchó el timbre.
Se limpió las manos y fue hasta la puerta.
Al mirar por el ojo mágico, no consiguió ver más que una melena, de modo que decidió abrir.
"Hola...¿Manuel?...¿Es usted Manuel...?"
Nada más escuchar la voz de la visitante reconoció a Elisa, su eterna amiga de la adolescencia.
Elisa no alcanzó a terminar la pregunta porque se vio envuelta en un abrazo que la llenó, entre otras cosas, de alegría, al tiempo que la mente de Manuel volvía a poblarse de imágenes de su sueño.

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