Zurcido invisible

Una tela a punto de ceder. Apenas sostenida por unos pocos hilos.
A cada tirón, más fibras se rompieron, y algo se iba dejando ver.

Por la rotura empezó a calar el frío. El viento, con o sin la escarcha del invierno, rozaba cuchillos en esa piel.

Por años, tontamente, los jirones fueron forzados a unirse con puntadas torpes, con agujas demasiado gruesas, otras romas: nunca penetraron o dañaban la tela. Las fibras se arrimaban entre ellas al tiempo que un hoyo aparecía amenazante por otro lado.

Casi al exponer ese cuerpo al granizo y dejarlo quemarse de frío, sin aparentes probabilidades de reparar el daño ocasionado, apareció una nueva forma de hacer las cosas, una nueva tecnología: el zurcido invisible.

Cuando se encargó el trabajo, se pagó sin pensarlo dos veces...había fe. De momento, sin más dinero, con un frío horrible y presa de la soledad, no hay otra cosa más que esa fe.

Comentarios

Alan Wilder dijo…
es como todo en la vida... si te das cuenta, toda accion lleva una reaccion... y aprender a vivir con ellas es nuestra meta
todo pasa por algo y por ello recibimos las cosas

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